
Yo, involuntariamente desterrado, con las raíces todavía chorreando vida y mi cuerpo, en últimos arañazos de palpitación, como quien se sostiene de un precipicio flojo, derrochando las pocas energías en alimentar al vértigo. De ese vértigo poco divertido. De ese que es más pánico que adrenalina. Que enajena sin sonrisa. Que congela sin retorno a la cordura. Que marca inflexión en la vida del antes y el ahora, que empiezo a disfrutar olores y cielos como nunca antes. Desde acá. Desde la mismísima puerta final y ominosa que conduce a las claustrofóbicas paredes de la desesperación. Desde mi preciso último aliento y siempre en manos del expropiador, gasto mis últimas reservas de energía, y ahora sí las últimas, en esta tarea denunciante y descriptiva de llenarlos de adjetivos que sólo quieren que despierten. Que vean lo que pasa. Que entiendan que desaparecidos no son sólo los que se lloran en una plaza. Que esta tierra es grande y grande también la cantidad y variedad de motivos por los cuales alguien hace desaparecer a otro alguien. Ahora llegamos. Y el expropiador me adentra en lo que será mi próximo destino. Un cajón. Lleno de idénticos y anónimos alguienes. Ahora a esperar al próximo.
ANÓNIMO DIJO:
(nota del blog: este comentario fue publicado por dos razones. Me gusta mucho quien lo publicó. Me gusta más el comentario que mi texto. Polleruda tu hermana gil!!!)
Manos desesperadas que marcan sus penas en venas anormales, ya casi amorfas. Oprimidas por una sangre palpitante, expansiva, que avanza, se amontona, busca salirse de su cauce, romper los límites. Desbordar. Por desventura. Por cobardía. Por cordura. Esas que fingen no concientizar la vida, no concientizar el amor del expropiado. Para respirar. Porque su trabajo de vida se lo demanda, porque no puede vivir sin esa tranquilidad que le brinda su próximo medio de vida, porque carece de cualidades que mitiguen el dolor frente a sus requerimientos de hambre, porque es lo único que puede hacer para matenerse en pie. Despojarse. Desapegarse. Aunque inunde el sufrimiento. Aunque la agonía dure la vida. Porque ambas son agonía y muerte. Ojalá se puediera elegir ser un expropiador.
2 comentarios:
excelente pintura de algo, me encantan los colores.
Por mas que no haya estudiado historia del arte, el cuadro lo aprecia quien le dedica mas que un efimero segundo televisivo.
Manos desesperadas que marcan sus penas en venas anormales, ya casi amorfas. Oprimidas por una sangre palpitante, expansiva, que avanza, se amontona, busca salirse de su cauce, romper los límites. Desbordar. Por desventura. Por cobardía. Por cordura. Esas que fingen no concientizar la vida, no concientizar el amor del expropiado. Para respirar. Porque su trabajo de vida se lo demanda, porque no puede vivir sin esa tranquilidad que le brinda su próximo medio de vida, porque carece de cualidades que mitiguen el dolor frente a sus requerimientos de hambre, porque es lo único que puede hacer para matenerse en pie. Despojarse. Desapegarse. Aunque inunde el sufrimiento. Aunque la agonía dure la vida. Porque ambas son agonía y muerte. Ojalá se puediera elegir ser un expropiador.
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